¡Qué bueno que los chicos y jóvenes
practiquen deportes!.
Entre ellos el rugby.
Un deporte especial, para algunos muy
brusco, para los que lo practican, una verdadera pasión.
La importancia del mismo es que tiene
un perfil de valores que no solo se enuncian sino que se incorporan en
profundidad en cada jugador. Allí están la amistad, la humildad, la entrega, el
respeto mutuo, la camaradería, la solidaridad el compromiso. Una verdadera
escuela para los chicos.
Los rugbiers vibraron en el año 2015 cuando Los Pumas se consagraron
subcampeones mundiales jugando la final nada menos que frente a los All Blaks
de Nueva Zelandia.
En el
mundial citado se evidenciaron esos valores, por ejemplo cuando Jerry Mc Law
juntaba los botines de sus compañeros después de un entrenamiento o Dan Carter
hacía de aguatero o Bill Willians se desprendía de su medalla de oro maciza
para regalársela a un niño que corrió a abrazarlo.
Por tantos motivos, muchos veteranos
siguen ligados al rugby con su entusiasmo y el recuerdo de todo lo que fue ese
mundo deportivo.
Hay diversas categorías: desde los
chicos de cuatro años, hasta los sexagenarios. Las reglas se adaptan a cada una
de ellas, sobretodo a las infantiles. Hasta los quince años no son
competitivos, son a modo de encuentros.
Curu Agel
Es tal vez, de acuerdo a los datos
conseguidos, el nombre del primer club
de rugby de Tres Arroyos.
Me permito transcribir textualmente
el testimonio de Popi Guido: “Los comienzos del Rugby en nuestra ciudad datan
de mediados de 1950 con la conformación del primer equipo oficial que recibiera
el nombre de Curu Agel en honor al
último cacique indio que viviera en la región.
En las aulas del viejo y querido
Colegio Nacional, en la segunda cuadra de la calle Chacabuco, surgió la idea de
formar un equipo para enfrentar entre otros, a los muchachos de la Escuela de
Artes y Oficios (la ENET N° 1)
Con no muchos fondos y un enorme
entusiasmo, Fico Sequeira, Bilbao, Popi Guido y algunos más, juntaron lo
necesario y se encargó a la Capital Federal un moderno juego de camisetas
mangas largas con hombreras y coderas, bolsillos especiales y otros
aditamentos, a rayas verticales azules y negras y a la altura del corazón la
efigie en negro que simularía la faz de Curu Agel.
El recordado y venerado profesor
Hiram Stefanini introducía la práctica seria de este deporte.
Los conocimientos no eran muchos pero
se contó con una ayuda inestimable. El doctor López Godoy (presidente del Tiro
Federal Tres Arroyos) era un enamorado de “la guinda” (la pelota ovalada) y se
ofreció a dar clases. Fue así que todos los sábados a las dos de la tarde, los
incipientes jugadores se reunían con López Godoy en el desgraciadamente
demolido Teatro Español y allí se pasaban películas del Rugby francés, uno de
los mejores del mundo en aquella época y el doctor traducía y explicaba
adquiriéndose los pasos elementales para tan viril y apasionante deporte. De
los dos colegios secundarios llegaban los pibes y luego vinieron los partidos
locales y con algunos equipos de la región.
El máximo logro vendría luego en 1985
cuando Costa Sud lograra el campeonato de Primera de la Unión de Rugby del
Centro…Todavía guardo la camiseta, con pasto verde y todo, con la que jugué el
último partido hace ya más de 60 años”.
EL IMPULSO DE LA GUINDA
ES CONSTANTE
La guinda nunca dejó de moverse a
pesar de los cambios de lugar, de nombre, de chicos que participan y luego
dejan por estudio o trabajo, aunque siempre aparecen nuevos entusiastas.
El testimonio de Carlitos Álvarez indica
que el primer entrenador que tuvieron fue Quiroga. “Entrenábamos en la cancha
de Quilmes en la avenida Moreno y República del Líbano, allá abajo. Esa manzana
era la cancha de fútbol de Quilmes, no teníamos ni nombre, iban Mariano
Liébana, Cachi Errazti, Vignes, Pagano, éramos un montón de rejuntados. Y
jugamos un partido con Náutico de Necochea en la cancha de Villa del Parque.
Ese fue el primer partido”.
Después vinieron “Los Indios” y
Cumelcán. Los primeros provenientes de las aulas del Colegio Jesús Adolescente
y los segundos de diversos colegios. “El entrenador de Cumelcán –aporta
Alvarado- fue Emilio Chedrese, al que luego le continuó Fuljo Lejárraga”.
Explica Alvarez: “El Grappa (Jorge
Grapassono) siempre nos hablaba del rugby. En el colegio citado estaba nuestro
profe de historia que era Pichi Azarri, jugador de rugby en Buenos Aires. Con él
empezaron Los Indios ” junto al entusiasmo del Padre Araza… “Pichi nos sacaba
de saco y corbata, impecables, debajo llevábamos la camiseta y el escudo. Lo
había diseñado Pedrito Seguí con la imagen de un indio. Era un artista muy
famoso que venía a trabajar con Constanzo” . “Nosotros el primer tiempo
jugábamos (debe haber sido más de tres
años) en Colegiales, íbamos con el Pichi y también entrenábamos en el patio del Colegio, hasta que hicimos la
cancha en la quinta de los curas”.
“Ahí empezamos hasta que nos fuimos a
estudiar y ahí se perdió”. “Quedó una sexta división “que entrenaba el Grapa
que duró creo que un año más que estaban Cachi Errazty, Campaña, el hijo de
Quiroga”. Fueron campeones en la Unión de Bahía Blanca”.
Pero nada muere si hay pasión y ya
para fines de los 70 Costa Sud tenía su equipo por impulso de ex rugbiers que
vinieron a radicarse en la ciudad. Trabaron relación con los que eran del lugar
y juntos arrancaron nuevamente. Allí estaban entre los llegados el
“Zorro”(Zorrilla”) o el bioquímico Tony Pagniez, o el gordo Adaro.
Entrenaban en la cancha de fútbol del club a
los nuevos muchachos, frente a las tribunas. Trajinaban sin pausa. hicieron de
albañiles, pintores, carpinteros, marcaban la cancha, construyeron vestuarios,
hasta armaron el Scrum Bar debajo de las gradas, donde se realizaba el Tercer
Tiempo que en idioma rugbístico significa el encuentro social después del
partido donde los locales agasajan a los visitantes. Y ahí estaban las familias
preparando sandwichs, sirviendo jugos, o en otro momento realizando comidas
para vender y juntar los fondos que se necesitaban para viajes y mantenimiento
o ayuda para los que no podían completar su equipo. Aunque hay que destacar que
todos ponían de su peculio para evitarle gastos al club.
Brillantes jornadas con visitas de otros
clubes, llevando en alto aquello de que “jugar CON no jugar CONTRA”.
Si bien como dice Raúl Alvarado, es
un deporte de “choque” pero “sin mala fe”, “no podés practicarlo si no querés
al otro”. Hay que respetar la palabra
del árbitro, sin quejas directas pues el único que puede plantearlas es el
capitán del equipo.
Pienso en los aplausos y en las
adolescentes con sus bufandas aplaudiendo al juego o tal vez al jugador.
EL SUEÑO DEL CLUB
PROPIO
De Costa Sud derivó el club “Los
Arroyos Rugby club”, nombre surgido en la mesa de café de la confitería La
Perla.
Alguien dijo –¿Y si le ponemos Los
Arroyos?- Y allí empezó a rodar el sueño del club propio.
Era la época del intendente Jorge
“Cocorolo” Foulkes quien les dio en comodato un predio en el Parque Industrial. Y allí fueron los
dirigentes, entre ellos Clerch con sus hijos a levantar paredes de adoquines y
ladrillos. Explica Carlitos “El techo estaba guardado y pagado pero no lo
llegamos a poner era madera y chapa”. Colocaron la H que son los arcos, bien sólidos
construidos con el aporte del “Pichi” Azarri. Se veían altaneros desde la ruta
3. En las reuniones de dirigentes idearon el escudo de la Institución, donde
colocaron un TERO, inspirados en esos tantos que había, cuando se hicieron
cargo del campito.
El Parque Industrial comenzó a crecer
y ese fue el lugar destinado a la Maltería Quilmes, por lo que hubo que
retirarse e irse al Club Huracán.
Y siguió el deambular. Lawn Tenis por
ejemplo hasta las actuales organizaciones.
La pasión que no se
corta
…Y continúa…
El rugby se encarna en la región. Tal
vez tendríamos que abarcar varias páginas de La Voz del Pueblo. Pero es
imposible por ahora.
Hoy, 2016 están el Tharc y el club de
Cazadores en Tres Arroyos. Ambos pertenecen a la Unión de Rugby de Bahía
Blanca. Dice el Chango Conde: “Tienen categorías de dieciocho para arriba. Han
salido campeones varias veces, en cambio el Tarc le ha dado muchísima
importancia a los infantiles. Apuntan más al rugby formativo”. Ambos tienen
planes futuros. Son vecinos, uno en su club, el otro en la Quinta de los Curas,
como antes.
Los jugadores, chicos o grandes saben que lo
importante es competir, y que esto no es una mera frase, que hay que
privilegiar el concepto de equipo, que implica un sentimiento común en el
momento de salir a la cancha, una sola cabeza, entre quince muchachos.
Carlitos Alvarez resume el rugby, a
través de su propia vida de jugador, entrenador, dirigente: “Mis hijos juegan
al rugby. ¿Sabías que en una oportunidad jugamos los tres juntos?”…
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