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jueves, 17 de marzo de 2016

Entre teros, indios y arroyos



¡Qué bueno que los chicos y jóvenes practiquen deportes!.
Entre ellos el rugby.
Un deporte especial, para algunos muy brusco, para los que lo practican, una verdadera pasión.
La importancia del mismo es que tiene un perfil de valores que no solo se enuncian sino que se incorporan en profundidad en cada jugador. Allí están la amistad, la humildad, la entrega, el respeto mutuo, la camaradería, la solidaridad el compromiso. Una verdadera escuela para los chicos.
Los rugbiers vibraron  en el año 2015 cuando Los Pumas se consagraron subcampeones mundiales jugando la final nada menos que frente a los All Blaks de Nueva Zelandia.
  En el mundial citado se evidenciaron esos valores, por ejemplo cuando Jerry Mc Law juntaba los botines de sus compañeros después de un entrenamiento o Dan Carter hacía de aguatero o Bill Willians se desprendía de su medalla de oro maciza para regalársela a un niño que corrió a abrazarlo.
Por tantos motivos, muchos veteranos siguen ligados al rugby con su entusiasmo y el recuerdo de todo lo que fue ese mundo deportivo.
Hay diversas categorías: desde los chicos de cuatro años, hasta los sexagenarios. Las reglas se adaptan a cada una de ellas, sobretodo a las infantiles. Hasta los quince años no son competitivos, son a modo de encuentros.
Curu Agel
Es tal vez, de acuerdo a los datos conseguidos,  el nombre del primer club de rugby de Tres Arroyos.
Me permito transcribir textualmente el testimonio de Popi Guido: “Los comienzos del Rugby en nuestra ciudad datan de mediados de 1950 con la conformación del primer equipo oficial que recibiera el nombre  de Curu Agel en honor al último cacique indio que viviera en la región.
En las aulas del viejo y querido Colegio Nacional, en la segunda cuadra de la calle Chacabuco, surgió la idea de formar un equipo para enfrentar entre otros, a los muchachos de la Escuela de Artes y Oficios (la ENET N° 1)
Con no muchos fondos y un enorme entusiasmo, Fico Sequeira, Bilbao, Popi Guido y algunos más, juntaron lo necesario y se encargó a la Capital Federal un moderno juego de camisetas mangas largas con hombreras y coderas, bolsillos especiales y otros aditamentos, a rayas verticales azules y negras y a la altura del corazón la efigie en negro que simularía la faz de Curu Agel.
El recordado y venerado profesor Hiram Stefanini introducía la práctica seria de este deporte.
Los conocimientos no eran muchos pero se contó con una ayuda inestimable. El doctor López Godoy (presidente del Tiro Federal Tres Arroyos) era un enamorado de “la guinda” (la pelota ovalada) y se ofreció a dar clases. Fue así que todos los sábados a las dos de la tarde, los incipientes jugadores se reunían con López Godoy en el desgraciadamente demolido Teatro Español y allí se pasaban películas del Rugby francés, uno de los mejores del mundo en aquella época y el doctor traducía y explicaba adquiriéndose los pasos elementales para tan viril y apasionante deporte. De los dos colegios secundarios llegaban los pibes y luego vinieron los partidos locales y con algunos equipos de la región.
El máximo logro vendría luego en 1985 cuando Costa Sud lograra el campeonato de Primera de la Unión de Rugby del Centro…Todavía guardo la camiseta, con pasto verde y todo, con la que jugué el último partido hace ya más de 60 años”.
EL IMPULSO DE LA GUINDA ES CONSTANTE
La guinda nunca dejó de moverse a pesar de los cambios de lugar, de nombre, de chicos que participan y luego dejan por estudio o trabajo, aunque siempre aparecen nuevos entusiastas.
El testimonio de Carlitos Álvarez indica que el primer entrenador que tuvieron fue Quiroga. “Entrenábamos en la cancha de Quilmes en la avenida Moreno y República del Líbano, allá abajo. Esa manzana era la cancha de fútbol de Quilmes, no teníamos ni nombre, iban Mariano Liébana, Cachi Errazti, Vignes, Pagano, éramos un montón de rejuntados. Y jugamos un partido con Náutico de Necochea en la cancha de Villa del Parque. Ese fue el primer partido”.
Después vinieron “Los Indios” y Cumelcán. Los primeros provenientes de las aulas del Colegio Jesús Adolescente y los segundos de diversos colegios. “El entrenador de Cumelcán –aporta Alvarado- fue Emilio Chedrese, al que luego le continuó Fuljo Lejárraga”.
Explica Alvarez: “El Grappa (Jorge Grapassono) siempre nos hablaba del rugby. En el colegio citado estaba nuestro profe de historia que era Pichi Azarri,  jugador de rugby en Buenos Aires. Con él empezaron Los Indios ” junto al entusiasmo del Padre Araza… “Pichi nos sacaba de saco y corbata, impecables, debajo llevábamos la camiseta y el escudo. Lo había diseñado Pedrito Seguí con la imagen de un indio. Era un artista muy famoso que venía a trabajar con Constanzo” . “Nosotros el primer tiempo jugábamos  (debe haber sido más de tres años) en Colegiales, íbamos con el Pichi y también entrenábamos  en el patio del Colegio, hasta que hicimos la cancha en la quinta de los curas”.
“Ahí empezamos hasta que nos fuimos a estudiar y ahí se perdió”. “Quedó una sexta división “que entrenaba el Grapa que duró creo que un año más que estaban Cachi Errazty, Campaña, el hijo de Quiroga”. Fueron campeones en la Unión de Bahía Blanca”.
Pero nada muere si hay pasión y ya para fines de los 70 Costa Sud tenía su equipo por impulso de ex rugbiers que vinieron a radicarse en la ciudad. Trabaron relación con los que eran del lugar y juntos arrancaron nuevamente. Allí estaban entre los llegados el “Zorro”(Zorrilla”) o el bioquímico Tony Pagniez, o el gordo Adaro.
 Entrenaban en la cancha de fútbol del club a los nuevos muchachos, frente a las tribunas. Trajinaban sin pausa. hicieron de albañiles, pintores, carpinteros, marcaban la cancha, construyeron vestuarios, hasta armaron el Scrum Bar debajo de las gradas, donde se realizaba el Tercer Tiempo que en idioma rugbístico significa el encuentro social después del partido donde los locales agasajan a los visitantes. Y ahí estaban las familias preparando sandwichs, sirviendo jugos, o en otro momento realizando comidas para vender y juntar los fondos que se necesitaban para viajes y mantenimiento o ayuda para los que no podían completar su equipo. Aunque hay que destacar que todos ponían de su peculio para evitarle gastos al club.
Brillantes jornadas con visitas de otros clubes, llevando en alto aquello de que “jugar CON no jugar CONTRA”.
Si bien como dice Raúl Alvarado, es un deporte de “choque” pero “sin mala fe”, “no podés practicarlo si no querés al otro”. Hay que respetar la  palabra del árbitro, sin quejas directas pues el único que puede plantearlas es el capitán del equipo.
Pienso en los aplausos y en las adolescentes con sus bufandas aplaudiendo al juego o tal vez al jugador.
EL SUEÑO DEL CLUB PROPIO
De Costa Sud derivó el club “Los Arroyos Rugby club”, nombre surgido en la mesa de café de la confitería La Perla.
Alguien dijo –¿Y si le ponemos Los Arroyos?- Y allí empezó a rodar el sueño del club propio.
Era la época del intendente Jorge “Cocorolo” Foulkes quien les dio en comodato un predio  en el Parque Industrial. Y allí fueron los dirigentes, entre ellos Clerch con sus hijos a levantar paredes de adoquines y ladrillos. Explica Carlitos “El techo estaba guardado y pagado pero no lo llegamos a poner era madera y chapa”. Colocaron la H que son los arcos, bien sólidos construidos con el aporte del “Pichi” Azarri. Se veían altaneros desde la ruta 3. En las reuniones de dirigentes idearon el escudo de la Institución, donde colocaron un TERO, inspirados en esos tantos que había, cuando se hicieron cargo del campito.
El Parque Industrial comenzó a crecer y ese fue el lugar destinado a la Maltería Quilmes, por lo que hubo que retirarse e irse al Club Huracán.
Y siguió el deambular. Lawn Tenis por ejemplo hasta las actuales organizaciones.  

La pasión que no se corta
…Y continúa…
El rugby se encarna en la región. Tal vez tendríamos que abarcar varias páginas de La Voz del Pueblo. Pero es imposible por ahora.
Hoy, 2016 están el Tharc y el club de Cazadores en Tres Arroyos. Ambos pertenecen a la Unión de Rugby de Bahía Blanca. Dice el Chango Conde: “Tienen categorías de dieciocho para arriba. Han salido campeones varias veces, en cambio el Tarc le ha dado muchísima importancia a los infantiles. Apuntan más al rugby formativo”. Ambos tienen planes futuros. Son vecinos, uno en su club, el otro en la Quinta de los Curas, como antes.
 Los jugadores, chicos o grandes saben que lo importante es competir, y que esto no es una mera frase, que hay que privilegiar el concepto de equipo, que implica un sentimiento común en el momento de salir a la cancha, una sola cabeza, entre quince muchachos.

Carlitos Alvarez resume el rugby, a través de su propia vida de jugador, entrenador, dirigente: “Mis hijos juegan al rugby. ¿Sabías que en una oportunidad jugamos los tres juntos?”… 

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