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lunes, 1 de diciembre de 2014

Revueltas callejeras

REVUELTAS CALLEJERAS
Escribe Stella Maris Gil
No todo ha sido paz en el poblado tresarroyense a través de sus cortos años.
Hubo momentos que señalan un grado de violencia que llama la atención en una ciudad donde las vecindades parecieran afectuosas, sólidas . En esta oportunidad vamos a anclar en actitudes de seguidores de partidos políticos que  se enfrentan y todo se altera. Salen a relucir antiguas antinomias nunca negadas pero poco explicitadas en pro de la buena convivencia.
 Me voy a detener en lo sucedido  en los años 1937 Y 1955 donde por suerte la sangre no llegó a los arroyos pero se quedó flotando en los interiores de protagonistas y adeptos.
Radicales y conservadores
 Un 5 de septiembre de 1937  un tajo violento se produjo en el tranquilo transcurrir de Tres Arroyos durante la intendencia de Sebastián Bracco . Por supuesto en ese año no figuraba en  la escena nacional Juan D. Perón. La cuestión era entre conservadores y radicales,  largo enfrentamiento.
Se iban a producir las elecciones nacionales y el fantasma del fraude acechaba. Finalizaba el mandato de Justo y la fórmula ganadora iba a ser Roberto Ortiz – Ramón Castillo. Por Europa los totalitarismos presagiaban desastres.
 Mucho se ha escrito sobre este episodio. En este caso es valioso el testimonio de Liliana Beatriz Mirasso Urtasun  quien dice “La U.C.R. había consensuado con los comités provinciales levantarse en armas ante posible fraude conservador. El fraude se produce. Coronel Dorrego, Lincoln y Tres Arroyos, acatan la orden.
Los radicales estaban en su comité que funcionaba en el primer piso del Palacio San Martín, en calle 9 de julio al 400… estaba con policía en la puerta y palpaban al entrar, pero no a los niños; así fue que mi papá Renée Mirasso, el Negro Larriestra, unos hermanos Haedo y seguro muchos más, pasaron las balas entre sus ropas, cuando se inicia la trifulca hacen salir a los niños, la policía los lleva a sus casas…El enfrentamiento es feroz. Viaja desde Bahía Blanca el juez. Desde el comité sale Roude con bandera blanca y alguien que está al lado de la autoridad dispara y deben amputarle la mano…La policía entra al comité y lleva a todos detenidos, mi abuelo Ramón Mirasso es salvajemente flagelado con un rebenque de coche mateo…Pasado unos días los trasladan en tren a Bahía Blanca, todas las calles cortadas desde la comisaría a la estación de tren, los llevaban en carros volquetes, la policía no dejaban avanzar a los familiares que miraban en las esquinas, pero a los gritos, insultos y manotazos estaba ella la heroica Eduviges Ochoa San Román…” El testimonio continúa, pero es fácil  imaginar “los duros castigos, picana, tanto horror” en las cárceles.
Años después nuevos odios producirían nuevos conflictos
Peronistas y no peronistas
Vieja dicotomía que sigue vigente pero que después del golpe cívico-militar del 16 de setiembre de 1955 se exteriorizó en corridas, ataques y empujones entre los unos y los otros.
Es en ese día que en diversos lugares del país parte de las Fuerzas Armadas se rebelan contra el  gobierno nacional y  el Presidente  debe alejarse ante la fuerza de sus oponentes el día 20. El día 21 asume el poder el general Eduardo Lonardi, expresando el lema “Ni vencedores ni vencidos”.
Tres Arroyos como otras ciudades no fue  ajena a esa conmoción. Toda esa semana vivió momentos de zozobra.
Los titulares de los periódicos lo dicen todo: “Tropas gubernistas que avanzaban sobre Bahía Blanca y que luego buscaron refugio en nuestra ciudad, fueron bombardeadas cerca de Tres Arroyos”. (Diario La Hora, domingo 1° de enero de 1956). La ruta 3 se pobló de tropas leales al gobierno que llegaban desde  Tandil y eran atacadas por los aviones rebeldes de Comandante Espora. Alguna bomba cayó a mil metros de la Chacra de Barrow dejando varios soldados heridos, otra bomba cayó en uno de los puentes de salida de la ciudad. La Sociedad Rural se transformó en campamento militar. En síntesis Tres Arroyos era una ciudad tomada, donde las noticias preocupaban, sobre todo cuando se voló el puente sobre el río Quequén.
Los aviones pasaban a vuelo rasante por el pueblo, se sentían sonidos de armas. Los vecinos se sorprendían, se preocupaban por posibles ataques. Había miedo. La muchachada se subía a los techos para observar los movimientos.
Algunos soldados  que pertenecían a las tropas  murieron.  Los gremios dispusieron una huelga y poco a poco la ciudad fue adquiriendo aspecto de domingo.
Y ahí está el punto de inflexión. Por las calles grupos de ciudadanos no oficialistas comenzaron a recorrer lugares donde había militantes oficialistas aunque las nuevas autoridades militares pedían el cumplimiento del toque de queda.  “Actuaron en nuestra ciudad los Comandos Civiles  revolucionarios, en una suerte de apoyo logístico a los insurrectos mientras grupos armados del peronismo recorrían la ciudad colaborando con la policía en el cumplimiento del toque de queda” (Álbum del diario La Voz del Pueblo). “La crónica dice que luego de un acto en la Plaza San Martín a favor del golpe militar el 22 de setiembre “algunas columnas recorrieron las calles céntricas para exteriorizar su júbilo por la caída de la dictadura y fue entonces que núcleos de exaltados, obrando por su propia cuenta y riesgo procedieron en primer lugar a retirar placas evocativas de personas del régimen depuesto que estaban colocadas en distintas calles y luego se entregaron al desalojo de muebles, papeles y demás útiles de locales ocupadas por unidades básicas del oficialismo siendo dispersados al intervenir la policía cuando pretendían realizar tal acto en un local de la calle Betolaza. En todos los casos los muebles y útiles fueron quemados en la vía pública, sin que lo hecho diera lugar a incidencias ni se registraran desgracias personales” (Diario La Hora, Archivo citado).
Las voces de algunos de los contemporáneos de ese momento ratifican la crónica periodística: “”Aquí vino una parte del ejército que respondía a Perón. Se declaró “ciudad abierta”. Se esperaba que en cualquier momento podríamos ser bombardeados” … “en la Parroquia del Carmen se preparó una especie de hospitalito, por lo que podría pasar”. L Los vecinos se sorprendían, se preocupaban por posibles ataques sangrientos. Había miedo. La dirigente  María Salvatierra de Solfanelli a quien entrevistamos nos dice que “habíamos cerrado las ventanas, todo bien tapadito y la oreja en la radio. Hasta que prácticamente fueron pasando los días”.
Para muchos la emisora más oída era Carve de Uruguay, pero María escuchaba El Mundo porque la extranjera “nos insultaba de arriba abajo”.
Dice María “Yo en esa época estaba en el partido, tenía una escuela de danzas nativas con un grupo de chicos y a los pocos días me vienen a avisar que estaban quemando las cosas del partido en calle Betolaza al 200…Fui… me quemaron hasta las medias, las sillas viejas compradas en remates, quemaron los pocos muebles que teníamos… junto con las máquinas de escribir y lo que tenía algún valor, eso se lo llevaron…cualquier cantidad de libros…nosotros no estábamos, fueron, abrieron la puerta, sacaron todo,  eran civiles.  Todavía con algunos nos cruzamos por la calle”.
Muchos malos momentos se vivieron esos días, vehículos con marcas de balas fruto de enfrentamientos que no llegaron a mayores. Detenciones de militantes, entre ellas la de  Bruno. María fue citada para explicar su participación en los enfrentamientos. Ella, en la vereda de 9 de julio y Colón (ex Casa Aduriz)  pisó el camino de diarios que un vecino armó.
Fue citada.En la comisaría vivió momentos de terror al ser amenazada por custodios armados  “mis rodillas aplaudían, la mano del jefe iba y venía delante de mí presagiando una cachetada que no llegó a producirse”.  Ella creía que le iban a pedir declaración por las revueltas del centro de la ciudad. No fue así. Le pedían que diera nombres de activistas de su partido entre ellos  el del jefe de la Alianza Libertadora Nacionalista que en ese momento, paradoja, estaba presente como custodio frente a ella, mirándola. María se desmayó y apareció sentada en el cordón de la vereda mientras desde un bar cercano miraban los hechos tras los vidrios. “Estaba prohibido pasar por la vereda de la comisaría. Me levanté y disparé para mi casa”.
Hubo diversas instituciones intervenidas, entre ellas la Escuela Industrial y el Colegio Nacional, con grandes revuelos entre los estudiantes adictos y no adictos al golpe. Varios docentes de militancia peronistas fueron agredidos entre ellos  al profesor  Dassis.
Los unos y los otros
Las grietas producidas por luchas entre ciudadanos  quedaron fijas. La vecindad se hizo difícil entre los protagonistas.
Los odios no contribuyen a la construcción de la República. Quedaron recelos. Las luchas deben ser de ideas no de armas o empujones ni de unos ni de otros. Esto pasó a grandes rasgos en estas dos oportunidades.                 
                                                                                     Los ciudadanos partidos en dos tal vez no recordaban que el San Martín de la estatua de la plaza central,  lugar de homenajes, se fue por propia voluntad del país para no participar en luchas civiles que mucho mal le iban a hacer a la futura República.

                                                         Blog: stellamarisgil12.blogspot.com

IMÁGENES

1)      Jóvenes militantes recorriendo la ciudad en los días del golpe cívico-militar de setiembre de 1955