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domingo, 2 de febrero de 2014

El día diez

EL DÍA DIEZ
ESCRIBE STELLA MARIS GIL
Salimos del hotel con el anticipo de un día soleado.
Llegamos a Callao y Sarmiento. Al instante fuimos absorbidos por un mundillo de gente que se arremolinaba en los cordones de las veredas de la Avenida. Con esfuerzo nos fuimos acercando hasta Rivadavia y allí nos instalamos. Teníamos la visión del Congreso a un lado y el paso de los automóviles de los funcionarios e invitados enfrente nuestro.
-“Ahí pasa Felipillo (González)”, gritaba la gente. Imaginación o realidad, la velocidad del vehículo no podía confirmar nada.
Los policías eran insultados, chivos expiatorios de los que en las catacumbas del horror, dieron actualidad a la palabra desaparecidos.
Tomamos el subte en Corrientes que nos dejó cerca del nuevo destino, puesto que no se podía seguir hasta la estación final.
Todos caminaban apresurados, los imitamos. Al fin llegamos a Plaza de Mayo. Allí ya no pudimos avanzar, nuestro objetivo era ubicarnos frente al Cabildo. Imposible. Con dificultad subimos unos escalones de la Catedral y allí nos quedamos. Por la Avenida iban llegando grupos de manifestantes, con sus pancartas de diferentes partidos. La muchedumbre hablaba con alivio. Yo pensaba que faltaba la gente de las villas. Muchos de los perdedores en las elecciones no estaban, imaginaba su desilusión, tal vez sus dirigentes se equivocaron en las tácticas de campaña. No era el momento del análisis.
Buenos Aires era una fiesta y el país también.
Desde ese balcón, donde en 1810, se habló de Libertad, los elegidos de 1983 volvieron  a ratificar el significado real de la misma. Era el mediodía.
El presidente constitucional tenía los símbolos del poder que le había colocado el dictador saliente, Reynaldo Bignone, en una austera ceremonia, fría y despojada de afecto.
Y la fiesta siguió.
En Plaza Italia, Floresta y en la Boca los festejos incluían bailes populares y actuaciones de músicos y artistas de la época.
La noche se hizo día. Los bares y restaurantes se colmaron. En uno de éstos, en la calle Uruguay, nos instalamos. El lugar se había transformado en una gran reunión de circunstanciales amigos: brindis de mesa a mesa, cantos, fragmentos de nuestro himno, risas y más risas. Frases tales como: -¡Viva el macho!” ó “-Sos Gardel, Alfonsín”-
En ese momento todos militábamos en el mismo partido: el de la República.
Los viajeros
Desde el día anterior al aeropuerto internacional de Ezeiza iban llegando los invitados: Bettino Craxi, primer ministro italiano destacó que “vamos a tratar de apoyar la consolidación democrática haciendo todo lo que podamos” “(Archivo biblioteca Sarmiento) y posteriormente se reunió en su embajada con nuestro premio Nobel, Pérez Esquivel y familiares de desaparecidos y detenidos de origen italiano.
También arribó el presidente de Colombia, Betancur, el de Ecuador, Hurtado quien dijo que “viene a sumarse a la fiesta democrática que celebran los argentinos el día de mañana”. También lo hizo el comandante Daniel Ortega por Nicaragua, aclamado a la salida del aeropuerto por jóvenes de la Federación comunista y del Ejército Sandinista de Liberación Nicaragûense. Por el Vaticano vino el nuncio apostólico del Brasil. El primer ministro francés Pierre Mauroy lo primero que dijo a su llegada era que “hoy es el momento de un nuevo encuentro entre Argentina y Francia” (archivo cit.). Los rusos estuvieron representados por el vicepresidente del Presidium Soviet Supremo.
Los arribos a veces se superponían, lo que provocaba las corridas del personal encargado de recibirlos. Tal fue el acceso casi simultáneo de Felipe González, atacado de una fiebre de 40ªy del Vicepresidente de Estados Unidos de Norteamérica George Bush con una andanada de custodios, gente de seguridad, despliegue intenso, no vivido con la llegada de otras misiones diplomáticas.
Latinoamérica estuvo presente. A las autoridades ya nombradas se sumaron prácticamente todos, como Belaunde Terry del Perú. Sería largo nombrarlos,  Siles Zuazo, por ejemplo, fue el primero en ser recibido por el nuevo Presidente en horas de la tarde.
Día memorable
La República Argentina tenía la base estructural. Ahora había que empezar a construir los escalones donde se irían desarrollando las nuevas políticas de Estado. El sociólogo Alain Touraine piensa que “La tarea obvia es reconstruir mediaciones, puentes entre la economía y la cultura, entre el mundo del dinero, el mundo de la técnica, el mundo de los mercados, y por otro lado, el mundo de las identidades, de las comunidades…”.
 La Nación estaba herida después de muchos años de autoritarismo; el miedo introducido en modo astuto en los argentinos iba a ser difícil de superar. Desconfianzas, egoísmos. Debajo de los cantos y de la alegría flotaban serios conflictos

Fragmento del Preámbulo de la República Argentina
“Nos los Representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos…con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para  nuestra posteridad…”.

sociales que esperaban el rumbo que se iba a tomar, enquistados en un Estado burgués al decir del historiador Luis Vitale en “Introducción a una teoría de la historia para América Latina”: “el Estado era débil, no inexistente” con una economía desquiciada por la deuda externa en crecimiento causante de futuras crisis económicas y las multinacionales al acecho. El desarrollo industrial era escaso, la moneda débil. Aun hoy no se puede desterrar el dicho “-Con los militares estábamos mejor” .
La extensión territorial del país, diversa, ofrecía desniveles de pobreza y de olvido.
  El concepto de “democracia” era asimilado en sus formas, faltaba el contenido que tenía que darlo el tiempo y el esfuerzo de los ciudadanos. Democracia no es  solamente votar, es aprender a vivir democráticamente, el pueblo que elige y sus representantes, por obra y gracia de ese concepto, son los albañiles de la reconstrucción y avance en todos los tiempos. La democracia era superar las barreras que la dictadura había instaurado sabiamente en las conciencias de los ciudadanos: el orden y la paz…pero de los cementerios. ¿Cómo borrar frases tales como “-No te metas”- o “En algo habrá andado”.
Al día siguiente
El Día Diez iba hacia un sábado. Había que empezar a poner en práctica la frase de campaña “con la democracia se come, se cura y se educa”, tamaño concepto que el pueblo tenía también que ubicar en sus conciencias. No  solo decires, sino acciones nacidas en la interioridad de cada uno a pesar de las diferencias partidarias.
Había llegado el momento  en que todos entendieran “el rezo laico” como le llamaban al recitado del Preámbulo en la tribuna de la campaña  y que por suerte desde niños, en las escuelas se repetía de memoria, lo que no quiere decir que de grandes lo interpretáramos en su  verdadera magnitud.
Siguieron los días
El día 11 el Presidente continuó recibiendo a las delegaciones extranjeras donde fue tema general la estrategia a seguir en Malvinas y la integración latinoamericana.
Los argentinos estaban a la espera de nuevas medidas que trajeran soluciones.
Pero  no se podía adivinar lo que ocurriría en el futuro inmediato para esa sociedad compleja y contradictoria, con tantos excluidos, un poder militar agazapado y muchos civiles, para nada demócratas.
El rock nacional cantaría más libre que antes; la muchachada entonaría bien fuerte “La marcha de la bronca”, los artistas y los intelectuales harían sus maletas para terminar con el exilio. Ya no habría teatros incendiados como pasó con el Picadero, Carpani volvería a recorrer sus calles y a pintar en su país y la voz incomparable de la negra Sosa abrazaría con sus cantos a nuestra Argentina.
Seguiría la tristeza de los que quedaron sin voz y se perdieron sin saber dónde están.

El día DIEZ dio paso al Futuro.

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