EL DÍA DIEZ
ESCRIBE STELLA MARIS GIL
Salimos del hotel con el anticipo de un día soleado.
Llegamos a Callao y Sarmiento. Al instante fuimos absorbidos
por un mundillo de gente que se arremolinaba en los cordones de las veredas de
la Avenida. Con esfuerzo nos fuimos acercando hasta Rivadavia y allí nos
instalamos. Teníamos la visión del Congreso a un lado y el paso de los
automóviles de los funcionarios e invitados enfrente nuestro.
-“Ahí pasa Felipillo (González)”, gritaba la gente.
Imaginación o realidad, la velocidad del vehículo no podía confirmar nada.
Los policías eran insultados, chivos expiatorios de los que
en las catacumbas del horror, dieron actualidad a la palabra desaparecidos.
Tomamos el subte en Corrientes que nos dejó cerca del nuevo
destino, puesto que no se podía seguir hasta la estación final.
Todos caminaban apresurados, los imitamos. Al fin llegamos a
Plaza de Mayo. Allí ya no pudimos avanzar, nuestro objetivo era ubicarnos
frente al Cabildo. Imposible. Con dificultad subimos unos escalones de la
Catedral y allí nos quedamos. Por la Avenida iban llegando grupos de
manifestantes, con sus pancartas de diferentes partidos. La muchedumbre hablaba
con alivio. Yo pensaba que faltaba la gente de las villas. Muchos de los
perdedores en las elecciones no estaban, imaginaba su desilusión, tal vez sus
dirigentes se equivocaron en las tácticas de campaña. No era el momento del
análisis.
Buenos Aires era una
fiesta y el país también.
Desde ese balcón, donde en 1810, se habló de Libertad, los
elegidos de 1983 volvieron a ratificar el
significado real de la misma. Era el mediodía.
El presidente constitucional tenía los símbolos del poder que
le había colocado el dictador saliente, Reynaldo Bignone, en una austera
ceremonia, fría y despojada de afecto.
Y la fiesta siguió.
En Plaza Italia, Floresta y en la Boca los festejos incluían
bailes populares y actuaciones de músicos y artistas de la época.
La noche se hizo día. Los bares y restaurantes se colmaron.
En uno de éstos, en la calle Uruguay, nos instalamos. El lugar se había
transformado en una gran reunión de circunstanciales amigos: brindis de mesa a
mesa, cantos, fragmentos de nuestro himno, risas y más risas. Frases tales
como: -¡Viva el macho!” ó “-Sos Gardel, Alfonsín”-
En ese momento todos militábamos en el mismo partido: el de
la República.
Los viajeros
Desde el día anterior al aeropuerto internacional de Ezeiza
iban llegando los invitados: Bettino Craxi, primer ministro italiano destacó
que “vamos a tratar de apoyar la consolidación democrática haciendo todo lo que
podamos” “(Archivo biblioteca Sarmiento) y posteriormente se reunió en su
embajada con nuestro premio Nobel, Pérez Esquivel y familiares de desaparecidos
y detenidos de origen italiano.
También arribó el presidente de Colombia, Betancur, el de
Ecuador, Hurtado quien dijo que “viene a sumarse a la fiesta democrática que
celebran los argentinos el día de mañana”. También lo hizo el comandante Daniel
Ortega por Nicaragua, aclamado a la salida del aeropuerto por jóvenes de la
Federación comunista y del Ejército Sandinista de Liberación Nicaragûense. Por
el Vaticano vino el nuncio apostólico del Brasil. El primer ministro francés
Pierre Mauroy lo primero que dijo a su llegada era que “hoy es el momento de un
nuevo encuentro entre Argentina y Francia” (archivo cit.). Los rusos estuvieron
representados por el vicepresidente del Presidium Soviet Supremo.
Los arribos a veces se superponían, lo que provocaba las corridas
del personal encargado de recibirlos. Tal fue el acceso casi simultáneo de
Felipe González, atacado de una fiebre de 40ªy del Vicepresidente de Estados
Unidos de Norteamérica George Bush con una andanada de custodios, gente de
seguridad, despliegue intenso, no vivido con la llegada de otras misiones diplomáticas.
Latinoamérica estuvo presente. A las autoridades ya nombradas
se sumaron prácticamente todos, como Belaunde Terry del Perú. Sería largo
nombrarlos, Siles Zuazo, por ejemplo,
fue el primero en ser recibido por el nuevo Presidente en horas de la tarde.
Día memorable
La República Argentina tenía la base estructural. Ahora había
que empezar a construir los escalones donde se irían desarrollando las nuevas
políticas de Estado. El sociólogo Alain Touraine piensa que “La tarea obvia es
reconstruir mediaciones, puentes entre la economía y la cultura, entre el mundo
del dinero, el mundo de la técnica, el mundo de los mercados, y por otro lado,
el mundo de las identidades, de las comunidades…”.
La Nación estaba herida
después de muchos años de autoritarismo; el miedo introducido en modo astuto en
los argentinos iba a ser difícil de superar. Desconfianzas, egoísmos. Debajo de
los cantos y de la alegría flotaban serios conflictos
Fragmento del
Preámbulo de la República Argentina
“Nos los Representantes del pueblo de la Nación
Argentina, reunidos…con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar
la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común,
promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad,
para nosotros, para nuestra
posteridad…”.
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La extensión territorial del país, diversa, ofrecía
desniveles de pobreza y de olvido.
El concepto de “democracia” era asimilado en
sus formas, faltaba el contenido que tenía que darlo el tiempo y el esfuerzo de
los ciudadanos. Democracia no es solamente votar, es aprender a vivir
democráticamente, el pueblo que elige y sus representantes, por obra y gracia
de ese concepto, son los albañiles de la reconstrucción y avance en todos los
tiempos. La democracia era superar las barreras que la dictadura había
instaurado sabiamente en las conciencias de los ciudadanos: el orden y la
paz…pero de los cementerios. ¿Cómo borrar frases tales como “-No te metas”- o
“En algo habrá andado”.
Al día siguiente
El Día Diez iba hacia un sábado. Había que empezar a poner en
práctica la frase de campaña “con la democracia se come, se cura y se educa”,
tamaño concepto que el pueblo tenía también que ubicar en sus conciencias.
No solo decires, sino acciones nacidas en
la interioridad de cada uno a pesar de las diferencias partidarias.
Había llegado el momento en que todos entendieran “el rezo laico” como
le llamaban al recitado del Preámbulo en la tribuna de la campaña y que por suerte desde niños, en las escuelas
se repetía de memoria, lo que no quiere decir que de grandes lo interpretáramos
en su verdadera magnitud.
Siguieron los días
El día 11 el Presidente continuó recibiendo a las
delegaciones extranjeras donde fue tema general la estrategia a seguir en
Malvinas y la integración latinoamericana.
Los argentinos estaban a la espera de nuevas medidas que
trajeran soluciones.
Pero no se podía
adivinar lo que ocurriría en el futuro inmediato para esa sociedad compleja y
contradictoria, con tantos excluidos, un poder militar agazapado y muchos
civiles, para nada demócratas.
El rock nacional cantaría más libre que antes; la muchachada
entonaría bien fuerte “La marcha de la bronca”, los artistas y los
intelectuales harían sus maletas para terminar con el exilio. Ya no habría
teatros incendiados como pasó con el Picadero, Carpani volvería a recorrer sus
calles y a pintar en su país y la voz incomparable de la negra Sosa abrazaría
con sus cantos a nuestra Argentina.
Seguiría la tristeza de los que quedaron sin voz y se
perdieron sin saber dónde están.
El día DIEZ dio paso al Futuro.
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