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domingo, 2 de febrero de 2014

El viejo palacio

La memoria    

El viejo palacio

Interiores III

Escribe Stella Maris Gil

Está viejo, abandonado. En verdad todavía no cumplió los 100 años. Pero ahí está, se caen sus molduras, sus tejas, revolotean las palomas, la decrepitud lo invade.

Y sin embargo…

Fue un hito en la ciudad, orgulloso mostraba su arquitectura de estilo académico francés. Como dice el tango “se paraban pa´ mirarlo”. –“¿No se acuerda Usted”?-pregunta Carlos D´Alessandro que allí trabajó 28 años.  “Los días de fiesta patria se iluminaba toda la fachada y se embanderaba... El día antes poníamos todas las banderas, cada balcón con su bandera argentina y también la de la cooperación. A la noche prendían todas las luces, una hermosura. “dice quien fuera sereno, luego ordenanza y finalmente encargado de la sección de despacho de la documentación que enviaban a diferentes destinos.  “Era el despacho de papelería, con la cantidad de pólizas que salían, se despachaban bolsas.” (era Casa Central).

Trabajaba a la entrada de adelante, planta baja, a un costado. Yo y algunos más por ej Ceberio, Daniel Bueno, Luisito Ferrín, Carbonetti, Thormes el de la casa de pesca Santos. Estuve allí hasta que me descompuse y me pasaron con Fioritti en la sección de Archivo.

¿Cómo estará adentro? Imaginemos. La puerta del costado está atrancada, cuesta empujarla.

Entramos. El olor a humedad espanta, pero la curiosidad impide el retroceso.

Es increíble este interior, contradice todo lo que sin duda allí sucedió desde ese año 1920 en que se inauguró.

¿Ruinas?. La expresión duele, pero es la realidad.

Planta baja y dos pisos y arriba la cúpula.

Lo recorremos

Subir y bajar escaleras, entre el sonido de máquinas, voces y pasos.

Los que trabajaron allí, los protagonistas recuerdan:  Nora Gimenez detalla cada uno de los sectores y sus funciones correspondientes, abajo era la atención al público pero había escritorios también; en el primer piso funcionaba todo lo que era administración y producción. En el 2ª piso funcionaba la Gerencia…las ventanas daban a la esquina”… “Tenemos que partir del echo de la importancia de ese edificio y lo que debe haber sido para Tres Arroyos tener semejante construcción cuando todo era tierra y se veían los molinos de viento a pocas cuadras”en ese período “en la planta baja había una confitería, luego se convirtió en lugar de atención al público y en el segundo el Club Social”.

La confitería-bar era de García y Gioncada desde donde, te o café mediante, se miraba tras los ventanales una plaza San Martín con sus árboles en crecimiento.

Desplazarse por el edificio era encontrarse con entrepisos, ascensores, cocina donde se preparaban los refrigerios o meriendas para los empleados y por sobre todo la cúpula: La estructura era toda de madera gruesa, travesaños. No era fácil llegar a ella. Dice D ´Alessandro “Se subía por una escalera. Después había un balcón, ahì también poníamos banderas”. Giménez agrega “era un encofrado todo en madera, la torre de arriba, bellísima”.

Durante mucho tiempo los gerentes tenían su casa en el edificio y allí nacieron varios tresarroyenses:“…Nací en Tres Arroyos, en La Previsión dice González. Mi padre fue gerente y ahí nacimos todos menos el mayor. Vivíamos en la casa de la familia de arriba, la casa del gerente. Papá venía del Banco Comercial. Éramos 5 hermanos. Nací en 1929” y D´Alessandro acota que cuando él comenzó a trabajar en el edificio “vivía Suarez que me parece que fue el último que tuvo su casa en el edificio. La casa del jefe estaba en el primer piso. Se entraba por Betolaza. Tenía ventanas hacia esa calle”.

El Club Social

En 1918 Sebastián Costa por La Previsión y Juan B. Istilart por el Club Social de Tres Arroyos firman un contrato de locación por el cual La Previsión debe construir un segundo piso en el edificio que actualmente levanta…destinado a ser ocupado por las dependencias y salones del Club Social. Se instalan en febrero de 1920  El contrato de locación era por el término de 7 años. Recién en 1970 el Club se trasladó a su edificio propio en Sarmiento y Pellegrini. La Cooperativa había crecido y necesitaba más espacios. El club entrega las llaves definitivamente un 27 de julio del año citado.

Durante ese largo período el lujoso lugar festejaba las fiestas patrias y en especial las de fin de año, donde eran homenajeados los estudiantes que terminaban su secundario. Primero la música salía de una victrola en las tertulias con copa de vermuth o en los bailes con clericó. Los avances hicieron que llegaran las orquestas como la de Bolthi o la Dixieland All Stars cuyo representante era Máximo Ajargo hasta que se estableció por los años 63 que tendrían que contratarse dos orquestas que tocaran solamente jazz una de ellas y la otra solo música tìpica como fue la de Los Llaneros.                                     De acuerdo al contrato inicial el Club fue acondicionando el lugar con una decoración lujosa en especial el amoblamiento para el cual se contrató a la empresa de Julio Barzzi de Buenos Aires. Se compraron alfombras para evitar la destrucción del parquet. En las paredes colgaban cuadros de renombrados artistas entre ellos el de José Antonio del Río. Y ¡el piano! Marca Schomacker comprado en la casa Breyer hnos. Fue utilizado por pianistas reconocidos en noches de concierto.

Existían mesas de billar y casín, espacios para el juego de naipes y la sala de esgrima en la que los socios practicaban el florete, la espada y el sable. Estaba ubicado en un lugar llamado la Loggia al cual se accedía por una escalera.

Dice Nora Giménez: “Yendo para atrás en el tiempo entendemos que el lujo con su piso de roble de Eslovenia y su techo con frescos pintados en el cielo raso, vitrales magníficos, que tiempo después fueron tapados vaya a saber por qué corriente estética. Lugar de fiestas como la de la presentación de las jovencitas en sociedad o los bailes de carnaval” .

Devolución

El edificio estaba inserto en las necesidades de la sociedad.                                            

El sistema de donaciones era constante, “se seleccionaban algunas instituciones” y se contribuía con ellas” pero “no hubo nada equivalente a los Ranchos…en el 80 aniversario se donó un rancho a la Virgen de la Carreta y el personal donó otro”. Llegar a los pisos superiores con las solicitudes de pedido para diversas necesidades era constante. El edificio era un gran buzón de recepción y en muchos casos de emisor de soluciones.

También se instaló el sistema de pasantías para los estudiantes secundarios.

Dice Guillermo un pasante de los años 80 que era un ir y venir de personas dentro del edificio aunque ellos trabajaban en el anexo que se hizo por la calle Betolaza. “Éramos empleados rasos que hacíamos tareas administrativas y nada más. Yo tenía un escritorio y una máquina de escribir, el teléfono y papeles, papeles, sobretodo papeles”.

“A mí me llamaba la atención el edificio viejo, la arquitectura de él y era un ambiente que andaba mucha gente.

Era la tecnología de esa época que necesitaba papeles.

Trabajar allí era como trabajar en el Banco Comercial. Eran sinónimos de buena paga y sinónimo de calidad.

Las pasantías empezaban alrededor del 15 de diciembre y terminaban el 15 de marzo.. El colegio tenía un listado, nos tomaban pruebas y seleccionaban. Yo trabaje en el año 87/88 y 88/89 dos perìodos de tres meses, cuando terminaba 3ª y cuando terminaba 4ª.

Lo positivo de mi trabajo allí: fue mi primer trabajo, tenía 16 años, no tuve vacaciones dos años. Aprendí la dinámica del trabajo, respetar un horario, respetar la autoridad, poner atención para hacer las cosas bien, aprender a ser responsable, a responder a las reglas de trabajo y a convivir en un ámbito de trabajo.

Desolación

Me acuerdo acota D´Alessandro ¡si había movimiento en La Previsión, señora!. Gente muy buena,  Marcolongo, Tasara, Tano, toda esa gente eran jefes. Néstor Rodríguez, una gran persona. Estábamos tranquilos, se ganaba bien, estábamos contentos en esa época. Después el ánimo fue cambiando.

Hasta principios de los `90 del siglo XX trabajar toda la vida en una empresa era cosa corriente y de ahì las ceremonias que se hacían para homenajear a los empleados decanos. Después las cosas fueron cambiando por múltiples motivos. El edificio comenzó a crujir lentamente, en silencio. Carlos D ´Alessandro recuerda que “Venía malhumorado del trabajo, me daba pena como se iba terminando todo. Aún hoy me da pena. Sabíamos que ya no había movimiento que había pasado a la Andina”. Terminaba el ´98. Se había inaugurado en el año 1920 con gran pompa.

El orgullo urbano de los tresarroyenses, está ahì, con las palomas de siempre, tal vez, con el olor fuerte de los murciélagos, con las pizarras de los techos que se van cayendo. Los remates liquidaron bienes más valiosos que el dinero. ¿Y qué de las molduras de don Antonio Orfanó, los planos de Pagano. Quedan los fierros que en la cúpula sostenían el emblema cooperativo. El símbolo del progreso en el centro de la ciudad. ¡Qué pena!.

Es verdad, lo privado es lo privado. Habría que mirar alrededor, aquí nomás en Latinoamérica y su Cuzco ; en los Atlantes de Tula en México; en la antigua casa de García Marquez en Aracataca, Colombia. Son la memoria. Sin ir muy lejos, como dice el dicho “¡aicito nomás!, la Sociedad Italiana. ¿Y?, ¿Se puede?.

Pecado de olvido o indiferencia.

¿Será que a los viejos hay que destruirlos?


 Cerramos imaginariamente la puerta.

1 comentario:

  1. Stella Maris. El motivo de mi correo es hacerle saber que me interesa tener un ejemplar de su libro Recuperar la memoria. Hoy pude verlo en el Museo del Banco Provincia en Capital, pero muy poco tiempo. Estuve en Tres Arroyos el 26-4, con motivo del 130 aniversario, en un homenaje que le hicimos con la Municipalidad al centenario del natalicio del billarista Pedro L. Carrera. Habrá leído la nota en La Voz del Pueblo, seguramente. Mi email es: Luis.venosa@gmail.com
    Espero sus noticias. Gracias.

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